Fotografía propiedad de Luis "Adherido", más conocido como Lucho Pegao. |
Me pregunto qué es lo realmente contingente hoy, cuál es esa contingencia de la que se habla, esa actualidad informativa, ese saber noticioso que adopta luego condición de opinión pública, supuestamente.
Me lo pregunto, porque
necesito escribir una columna de opinión sobre algo, algún tema, para
publicarlo en una portal de noticias de una radio de
Casablanca. Y cada vez que voy a empezar o intento hacerlo, siento que perdí el
habla, el habla escritural en ese contexto manido y ultrajado al que llamamos
contingencia o esa realidad informativa construida por los mass media, evidentemente coludidos, aquí y en la quebrá del ají.
Tal vez por eso es que tiendo
a sumergirme en la ficción, en la búsqueda de una verdad literaria que transite
por ese camino secundario, calle de tierra, con calamina y hoyos que hacen
trizas los paquetes de amortiguadores de los automóviles de mis amigos de
infancia, que ahora trabajan para alguna tienda del retail, empresa de
telefonía celular o lo que sea con tal de presumir cierto crecimiento o éxito
bursátil o material. Algunos. No todos. Una vía alternativa, en la que pese a su precariedad yo
siento que puedo transitar con armonía y dignidad.
Entonces, mi problema, es lo
siguiente: Estoy ahora frente a mi polvoriento notebook, escuchando parte de la
banda sonora de Twin Peaks, después de leer las primeras diez páginas de “Los
muertos”, de Álvaro Bisama, que, dicho sea de paso, fue vecino mío acá en Villa
Alemana hace ya varios años y además mi profesor informante de tesis. Yo soy
periodista. Salí de la Upla. ¿Sobre qué escribo entonces? ¿De los “actos
terroristas” en Santiago, la nimiedad de la programación de la caja idiota
chilena, de los triunfos de Garín y Jarry, del crimen del profe Nibaldo, de los
patipelados, de los políticos corruptos, los oficiales ladrones de las Fuerzas
Armadas, Venezuela, Trump, los curas pedófilos, el eclipse de sol, el hombre en
la luna, la tierra plana, la pelota cuadrada de Kiko...? De qué hablo. Siento
que tanto estímulo informativo, tanta imagen, tanta noticia, tanta narrativa,
tanto Baradit y profe Maza (me caen bien los dos, en todo caso) están
invadiendo aquel territorio imaginario en el que solíamos dejarnos caer para ir
en busca de no sé, cualquier tontera, algún insumo literario que nos permita
recuperar la fe.
Me doy cuenta también que
igual se puede establecer una mirada contingente, o anti-contingente, si se
quiere, desde lo marginal, el margen, no pobreza, margen, por fuera de esa
oficialidad tan brutalmente centralista y soberbia.
Entonces, busco en Youtube,
música de Ángelo Badalamenti, cierro los ojos e imagino aquel instante en que
David Lynch, con su genio artístico, hace aparecer lo siniestro desde lo
cotidiano y me estremezco. Siento el delgado caudal del río dopaminérgico que
me recorre hasta pararme los pelos y coloco los dedos sobre el teclado. En una
de esas, pienso, algo
sale. Luego me convenzo de lo poco importante que son
estos estertores textuales, esta manía de escribir, incluso cuando se respira
tanto vacío en el ambiente.
Me dieron un dato buenísimo.
Comprar un bin de palta hass. Cuatrocientos kilos. Verdes, de buen calibre y
buen precio para comerciante. En Nogales. Son las paltas de descarte, las que
no se exportan a Estados Unidos, Japón, Argentina y varios países de Europa.
Por ahí podría ir el negocio.
Lo otro que se podría hacer
es echarse Mentolatum. Alivio temporal de la congestión nasal, picaduras de
insectos, picazón manos partidas, ciertas irritaciones a la piel y refrescante
después de afeitarse.
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