Sin título, JORGE SARMIENTO, collage. |
Por Rafael Sarmiento
Pienso que un buen nombre para
lo que nos está pasando podría ser “estado de des-futuro”. Y no estoy seguro si
sea correcto o justo decir “lo que nos ‘está pasando’”, porque salvo lo
pandémico como tal y sus actividades afines o consecuenciales, pareciera más
estar aconteciendo una suerte de parálisis temporal del desarrollo humano que otra
cosa. Claro, en el correlato épico de la logística sanitaria que está resistiendo
y lidiando contra el Coronavirus, hay un hacer frenético, innegable y
reactivamente necesario. El resto de los aconteceres parecen estar frenando
abruptamente, obligando a una suspensión del futuro, confinándonos al presente.
Imagino que la idea es
provocar incertidumbre hasta paralizarnos, comunicarnos miedo hasta imponerlo y
exigir al máximo la resiliencia de eso a lo que llamamos pueblo. El pueblo de
nuestras ciudades, de nuestras naciones, de todo el mundo y de nuestras almas.
Los que logren resistir, los que resistan más, se salvan. Y siempre el hilo se
corta por lo más delgado. O sea, los más débiles, los más vulnerables. En ese
sentido el Coronavirus es genocida.
Por otra parte, la palabra
virus viene del latín virus. Ahí
significa “zumo de plantas nocivo para la salud”, es decir, veneno. De ahí
también las palabras virulento y virulencia. La palabra virus latina se asocia
con la raíz indoeuropea weis (fluir,
veneno) y con el griego ióc (ios =
veneno). La palabra corona, en tanto, viene del latín corona. Y la palabra latina corona también viene de una raíz
indoeuropea: *sker-2-; relacionada
con curvatura y de donde vienen las palabras curva y círculo. *Sker-2- es
doblar, encorvar. ¿Habrá alguna relación con ese urgente llamado estadístico a “aplanar
la curva”? No lo sé. Quizás la cuarentena me esté llevando a reflexiones destempladas
o demasiado místicas.
Lo que sí podría decir, y con
la evidencia a la vista, es que el Coronavirus es un veneno nocivo que, así
como lo señalan aquellas locuaces indagaciones etimológicas vertidas en el
párrafo anterior, quiere doblarnos como sociedad, doblarnos el alma con la
muerte, dibujando un círculo fatídico en el que la parte alta de la curva es la
cuantía mortuoria, la sanguinaria geometría del presente, la ovalada
incertidumbre del futuro y el reguero de cadáveres ardientes en el crematorio
del pasado.
Algo ocurrió en este juego de
ajedrez. Algo los obligó a responder con este enroque que tiene secuestradas
las conciencias, anulando la revolución a costa incluso de parar el supuesto
progreso cultural de la sociedad capitalista. Esa es la gran especulación
bursátil del momento, con terroríficos índices de muertos diariamente y una
incontrolablemente macabra virulencia que se cuela por todas partes hasta
paralizarlo todo.
Ahora que nos privan del
futuro, entiendo por qué les interesa tanto borrarnos el pasado. Yo creo que también
quieren arrasar con nuestro derecho a construir el presente y marginarnos hasta
del tiempo, obligarnos bajo amenaza de muerte a que emigremos hacia un territorio
de des-tiempo, que no tengamos memoria ni proyecto, que perdamos el control del
movimiento, la dopaminérgica energía de nuestra voluntad, la animación de
nuestros sueños.
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