domingo, 12 de junio de 2016

CARTA DE AJUSTE: Matinales

Foto: www.emol.cl
Confieso que por las mañanas sintonizo a veces alguno de los programas matinales de la televisión abierta chilena. Veo con estupor la decadencia del mensaje, la ignominiosa filosofía comunicacional de estos híbridos programas televisivos que cuelan el barro apestoso del materialismo, como si fuesen los lavaderos del dinero obtenido por la aristocracia criolla como resultado de la manipulación sicológica de las audiencias. Esa es la transa.
Me expongo un par de horas diarias a estos espacios mediáticos y la primera variable a la vista es la colusión de contenidos. Sin ningún pudor cada canal de televisión chilena desarrolla la misma fórmula de producción. Básicamente un panel de conversación con un par de conductores que además son los rostros de las campañas publicitarias del retail, un periodista semi formal, un abogado, un meteorólogo, un comentarista de farándula, un cocinero, un astrólogo y un par de noteros histéricos. Se repite el mismo modelo de lunes a viernes, todas las semanas, todos los meses y desde hace muchos años.
Y seamos sensatos. Son programas televisivos de baja categoría, fomes, descaradamente caros, cada vez más falsos y artificiales, pobres de arte, no reflejan la identidad chilena, alimentan prejuicios indignantes, sobrevaloran temas que no merecen ser tratados con tales medios de producción, desperdiciando toda esa técnica y medios artísticos, que perfectamente podrían estar al servicio del desarrollo cultural del país y no desperdiciarse en un circo con tan pocos talentos. Son cientos de millones de pesos los que mensualmente facturan los rostros de matinal. Lo que quiero decir es que se trata de un grupo de personas que se cagan de la risa de su pueblo; una organización que da vida a un mercado de intangibles huecos, carentes de sustancia ética. Una cáfila de payasos, vendedores de electrodomésticos, comida y ropa con mejores sueldos que incluso los senadores -incluida dieta-, que se pasan por la raja la responsabilidad moral inherente a este medio de comunicación con tal grado de influencia en la sociedad y que además suelen jactarse de sus éxitos económicos y presumir ciertos cánones de belleza, los que también son inescrupulosamente manipulados.
Es peligroso el asunto, teniendo en consideración la cantidad de horas de señal abierta televisiva con que cuentan estos agentes de marketing, los elevados niveles de audiencia y la efectividad de la televisión como medio inmerso dentro del hogar.
Me he fijado, mientras miro alguno de los matinales, en que muchas veces los conductores parecieran estar vacíos de ideas, cansados, con las mandíbulas adoloridas de tanta risa falsa, prostituidos a tal punto por el dinero, que da la impresión que se les acabara el aire. Es como la sensación de vacío, la muerte, pero todos los días. Deben levantarse muy temprano, para estar frescos, lozanos, siempre con alegría, transmitiendo sin asco una felicidad cosmética y con un artificial interés en los temas que abordan, aunque honestamente no les importe nada más que el rating. Un triste espectáculo del que todos deberíamos avergonzarnos. Venta asquerosa de pomada, gente que se ríe en la cara del público, ordinarios con ropa cara, hipócritas.